Esta mañana me he levantado con unas irrefrenables ganas de desayunarme un pincho de riñones al jerez. Deseo bastante atípico, especialmente teniendo en cuenta que estaba de antojo con unos en particular que hacen en Aranda de Duero. De forma que me he tomado un café rápido, he cogido la niña, me he enchufado los 160 kilómetros que hay desde Madrid a Aranda, me he tomado un par de pinchos, fumado un cigarrito y vuelta a casa para llegar a comer. Tengo el culo que no lo siento y las rodillas peladas de frío de la chupa de agua que me ha caído en los últimos 80 kilómetros de vuelta. Pero con un subidón tal que creo que esto solo lo podemos entender los que hemos sido atrapados por nuestras vulcancitas. En fin, dos meses y medio y 4000 kilómetros de plena felicidad y, si, un puntito de extrema locura.
¿A alguno de vosotros también os lleva a hacer este tipo de cosas? ¿Están poseídas o somos nosotros los que hemos caído en la más chula y molona de las demencias?
Abrazos
